sábado, 15 de enero de 2011

Historias bonitas de puentes

Rebuscando entre los papeles de Pepo (ser perro hoy es tan burocrático como ser persona) he recordado lo siguiente.
Rescaté a "Pimpi" de la Protectora a primeros de diciembre de 2005. Una vez comprobada la compatibilidad de carateres, lo bauticé e inscribí como Pepo el día 12 de diciembre, día en el cristiano santoral de Nuestra Señora de Guadalupe.
El puente de la Constitución (dias 6-7-8 de diciembre) me fui con mi amiga Esther a Portugal y nos llevamos a Pepito. Como no en todos los hoteles admiten perros, nos tocó en suerte un hostal precioso en medio de la nada llamado "A Quinta do Edén", realmente precioso. Se trataba de una pequeña "suite" en un ático. El hostal tenía piscina, jardines... una monería. Esther y yo teníamos al perro de prueba y le mimábamos. Recuerdo las risas, por ejemplo cuando ella le decía:
- Vaya, Pepo, de la Perrera al Edén, esto sí que es todo un cambio ¿eh?
Durante esos dos o tres dias, ademas de perdernos dieciocho millones de veces, descubrimos la Ría de Aveiro, que nos encantó.
Estuvimos viendo varios apartamentos (ella es API y me ayudó bastante). Al llegar a la Playa de Barra, fue como un flechazo. Supe desde ese mismo instante que sería mía, jua jua ja... También supe, desde que nos enseñaron mi apartamento, que eso era lo que yo quería. Y allí empezó todo.
Cinco años de pequeños descansos en esa playa inmensa, limpia, grandiosa, de olas gigantes, inspiradoras de cuentos marineros y seudo-poemas, de relatos y reflexiones, de fotos de ocasos y triunfos, de mañanas de niebla y tardes de paseo, con la compañía siempre de Pepo, aprendiendo de él.
Un perro limita la vida, yo era muy consciente cuando lo adopté. Pero da tanto y exige tan poco. Solo los que tenemos animalillos lo sabemos. No les dejan entrar a bares ni restaurantes, por ejemplo. Ahora acompañan a los fumadores creando entre ellos un nexo inconsciente de marginación distinta pero igual. No juzgo, solo reflexiono en voz alta.
Un perro te es fiel hasta la muerte. No olvida nunca. Te comprende. Siempre se deja acariciar (al menos Pepo). No habla y te escucha. Algunos dirán: "... pero ladra". Pues sí, ladra, pero Pepito solo ladraba cuando olía a animal cazable, a gato o a perrita guapa. No es fácil comprender la complicidad que se crea entre el perro y su dueño. Milan Kundera lo refleja muy bien en su novela "La insoportable levedad del ser", varios de cuyos párrafos ya transcribí en mi anterior blog.
La cuestión es que siempre me pasan cosas bonitas en el Puente de la Constitución, al menos desde aquel año. Si no hubiera tenido mi blog, no lo hubiera podido constatar.
¿Azar? No lo creo... Cada día estoy más convencida de hasta el azar tiene sus leyes, por expresarlo de alguna forma. Principio de Causalidad, puede que se llame. Hay que investigar.

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