sábado, 19 de febrero de 2011

José Feliciano y las cruces

José Feliciano, al que recuerdo vagamente (¿era ciego?) cantaba:
Están clavadas tres (¿o eran dos?) cruces
en el monte del olvido
por los amores que han muerto
sin haberse comporendido...

Den ser dos, dos cruces, porque me suena que terminaba
... que son el tuyo y el mío
Yo tengo tres cruces, no diré cuales son, en realidad tal vez sean dos, pero muy grandes. Luego están esas espinitas que TODOS tenemos: que si el dolor de espalda, que si el capullo del jefe, que si el pesado que me llama yo-no-le-quiero (el eterno chico quiere chica, chica no quiere chico y al revés), pero en fin, estas espinitas son tolerables aunque pinchen. Sobre todo son tolerables si tienes dos (o tres) cruces de verdad, de las de peso de plomo.
Por tanto, soy fuerte y puedo con esas dos o tres plumbíferas o plomíferas cargas pero no soporto ni una más. De modo que quien me haga un drama de nada o quienes sean suspicaces sin sentido, quienes no entiendan que el afecto y la comunicación son difíciles y se pasan baches y rachas, no tienen cabida ya en mi vida, lo siento. Puedo y me esfuerzo en tratar bien a quienes quiero. Soy humana y me equivoco. Pido perdón cuando creo que debo hacerlo.
Pero ni una pijadita más, aunque eso signifique expulsar de mi vida a quien sea.
Quiensea será bienvenido si viene relajado y dispuesto a sonreir; si viene quiensea con el hacha de guerra, o con rencores del pasado, tendrá que volver por donde haya venido.

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