viernes, 8 de julio de 2011

Morir despacio

FOTO: Por el camarero, careros los del Campbell. Con parte de mi "pandilla" en Salamanca el martes 5 de julio. De izquierda a derecha: Ger-Wamba, Miguel M., Adu, Ángeles y Francis. Los que faltan no pudieron venir o no se enteraron o qué más da.



Cada vez vamos quedando menos. Es un hecho natural, por mucho que duela. Alguien escribió (no yo, no aún) que desde que nacemos ya estamos muriendo. Esto ya sí lo escribo yo: la muerte no es el final sino el resultado natural de haber nacido. Cuanto más vivo más y mejor percibo que nacimiento y muerte no son sino dos hitos en un camino largo y circular, un accidente-incidente del Universo. Algo semejante a la fe budista, a la filosofía hinduista e incluso al cristianismo, leído este último con ojos de interpretación de metáforas y símbolos que fueron escritos para pueblos agricultores, ignorantes y necesitados.
No era mi intención ponerme filósofa, que no soy buena en eso, sino constatar mis ganas de vivir y mi metamorfosis. La muerte es un tabú porque "de lo que no se habla es como si no existiera" y así nos hacemos la ilusión de que somos inmortales. Pero creo que viviríamos con mucha más plenitud teniendo la muerte presente en nuestras vidas, la muerte como aliada, como destino último, que no final. La muerte es allí donde iremos y donde hemos de llegar con mayor sabiduría y bondad con las que nacimos.
Digo yo. Como ¿Séneca? solo sé que no sé nada, pero he de decir en mi descargo que el afán por saber, la curiosidad, me ha acompañado siempre y de su mano iré mientras me quede lucidez. No temo ya a la muerte, sí a la pérdida de consciencia porque eso es muerte en vida: ya lo he vivido y no quiero revivirlo.
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Mar reposa en calma esperando una ola de inspiración y Matías se fuma un cigarro contemplando la nada. Ambos saben que llegará su hora pero viven su pausa con serenidad. Tal vez murieron recién nacidos.
Morir despacio es el privilegio de los que quedamos. Inmortales son solo los dioses, que no existen.

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