jueves, 1 de septiembre de 2011

Me gusta que existas

Me gusta que existas porque desemboco en ti. A-travieso montañas y valles, rompo laderas, estallo en mil pedazos y salpico mis alrededores. Voy recorriendo sinuoso toda esta geografía que nos une y nos separa, de forma natural, según me manda la naturaleza. Y todo lo hago porque existes, para existir y para que existas. Soy Río y tú eres Mar, pero también yo soy océano y a veces riachuelo, tú manantial y laguna; somos agua, siempre agua, molécula simple. Agua: dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, casi inseparables e indestructibles, transformables y sensibles a la temperatura; agua, algo tan sencillo y tan complejo…
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Esto me dijo ayer mi madre en su Residencia (mi cuento recién acabado parecía una premonición):
- Aunque esté tan tonta y tan rara y no te diga nada, me gusta que existas...
Me pareció tan bonito y tan lleno, que pasé toda la tarde rumiando lo anterior, que bien pudiera ser el número cuatro o cinco de la serie erótico-marina.
Me lo dijo mientras se consume y nos consume, no solo de vejez sino de impaciencia y mala aceptación. Su rebeldía es tal que no admite que a los ochenta y ocho años es difícil ya mejorar, sigue soñando con la pastilla milagrosa que la devuelva a sus cincuenta años.
¡Ay, los cincuenta años de una mujer! Los suyos fueron pletóricos, los míos peores, aunque piense (yo) que lo mejor está aún por llegar. El proceso de la menopausia consiste en que el cuerpo de una mujer pasa de ser botella de cola-loca a saco de patatas.

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