sábado, 24 de septiembre de 2011

LA INMORTALIDAD

Milan Kundera nació en Brno (República Checa) en 1929. Escribió en su lengua materna sus primeras obras, como “La insoportable levedad del ser”, su obra más popular por haber sido llevada al cine. De esta novela, cuya trama es en realidad una excusa para reflexionar sobre la existencia humana, el amor, el sexo, la política, la soledad… ya desgrané fragmentos en mi anterior blog. Me impactó, tanto que me atreví con “La inmortalidad”, obra escrita ya en francés en su versión original, aunque yo la he leído en español. No me atrevo a tanto: quiero decir que me encantaría haber sido capaz de leerla en V.O. pero no domino tanto esa lengua.
La primera cuestión con la que me identifiqué en seguida con Kundera fue esto precisamente: su evidente interés por los lenguajes, la dificultad de comprender su significado al traducir, la importancia de la musicalidad de un texto. Ya en el principio de esta obra, a la que he calificado cariñosamente de “ladrillo” por su forma y su peso, el autor nos re-descubre a Goethe; no solo a través de él mismo sino principalmente dando protagonismo a la joven Bettina Brentano, poeta (nunca lograré saber qué me suena mejor si “poeta” o poetisa”, creo que ambas son correctas), discípula, amiga y quién sabe si también amante de Goethe. Escenario perfecto para urdir una trama de cotilleo al uso con etiqueta de “biografía”, pero Milan hace de ello una magistral (aj qué poco me gusta esta palabra, buscaré otra), una excelente metáfora, reflexión sobre los seres humanos que pasan a la Historia, con mayúsculas, frente a los que mueren anónimos. De nuevo el azar como poderoso director de nuestros destinos.
No comienza en Goethe la trama de “la inmortalidad”, sino en una aparente normal familia que vive en París. Su normalidad reside precisamente en las pequeñas historias grises, oscuras, y multicolores que existen en esas vidas, como en todas. Este comienzo, que no tiene una continuidad, sirve de punto de arranque y remate. Es una novela circular: acaba donde comienza: en un escenario lleno de espejos. A saber cuánta simbología hay en los espejos sobre reflexión, del reflejarse uno mismo y los demás, de reflexionar… O tal vez Milan no pretendió nada, ni siquiera reflexionar él mismo. Puede que todo sea un juego sin pretensiones, ¿por qué ha de haberlas?
Una novela compleja, sin duda, cuyo mayor mérito es el “haberlo intentado” más que el “haber llegado a”. Cada día admiro más las lecturas que proponen, invitan, incitan al lector; en definitiva le hacen trabajar; lo admiro muy por encima de las que solo pretenden entretener. Creo que es mucho más fácil escribir una historia para que el que la lea se entretenga, que escribir planteando las propias dudas; hay que ser mucho más valiente, al menos. No tengo nada en contra de quienes buscan en la lectura una fuente de evasión, bastante árida es la vida como para no comprenderlo. Yo también lo hago a veces, es más, procuro compaginar distintos libros, dependiendo del estado anímico (anímico viene de ánima, ánimo, alma). Soy por ejemplo incapaz de tragarme un ensayo, salvo aquellos divulgativos de prosa sencilla, y ya me van pareciendo reiterativos. Ahora aprecio mucho más, cada vez más, las historias que no se limitan a contar una historieta sino que son la vía que nos hace caminar pensando, sintiendo, creciendo como personas, comprendiendo mejor el mundo que nos rodea y seguramente, aprendiendo así a ser mejores.

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