jueves, 8 de diciembre de 2011

El mundo en el que ya no hay rostros

Cuando su padre se estaba muriendo, ella estaba sentada al borde de su cama. Antes de entrar en la última fase de la agonía, le dijo: "Ya no me mires" y esas fueron las últimas palabras que oyó de su boca, su último mensaje.
Le obedeció, inclinó la cabeza hacia el suelo, cerró los ojos, pero le cogió de la mano y no se la soltó; dejó que lentamente y sin ser visto, se fuese al mundo en el que ya no hay rostros.


De "La inmortalidad" por Milan Kundera.
Párrafo final del capítulo 12 de Quinta Parte (La casualidad).

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