Por fin el roscón. Puf, qué alivio. Se acaban las ñoñadades de una vez.
Este año con eso de la crisis, me han venido a dar la razón sin dármela (por dios, darme la razón, no, eso nunca) quienes en su día me criticaron sin piedad porque me negué a hacer regalos de reyes. ¿Por qué me negué? Porque me parece una barbaridad, un derroche, una exageración y para mí, los reyes solo tienen sentido cuando los niños -bendita inocencia- aún creen en ellos. Luego ya, carece bastante de sentido. Este es mi punto de vista, equivocado o no, pero respetable.
Aclaro: en mi familia, el caso no es "tener un detalle" sino gastarse una cuota fija por persona. De este modo, si a mí se me antoja un libro que vale 10 €, pongamos por caso, van rellenando la cuota de cosas absurdas hasta llegar al quorum acordado. Ridículo ¿no?
Hasta que me quedé sin regalos. Yo encantada: no de no tener ningún regalo, sino de no entrar en una dinámica que nunca he comprendido.
Así que hoy estoy mejor, con esto de la víspera de comerme una rosca y bien grande.
1 comentario:
JAJAJAJA LOCAAAAAAAAAAAAAA!!!
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